Gonzalo Arango:
el quinto evangelista
Por Óscar Domínguez Giraldo
Si un aspirante a alguna alcaldía adoptara como caballo de Troya publicitario de su campaña el eslogan «no votes, elígete a ti», se estaría haciendo el harakiri político. Pero si quien lo dice es un profeta muerto en olor de poesía, hace once años, estaremos recordando parte del evangelio póstumo de Gonzalo Arango.
El abstencionista «no votes, elígete a ti mismo» es apenas una de las tantas pirotécnicas político-filosófico-políticas que circulan en el último libro de Arango, quien sigue captando la atención de sus fans desde el exclusivo barrio de los acostados.
El primer libro póstumo de este Cid Campeador de la imaginación que se llama Adangelios, es de una belleza que estremece con intensidad de ocho en la escala de doce y está acompañado de dibujos de Angelita, la dama británica que conquistó el corazón de pelo largo del filósofo de Andes.
Angelita sostiene que Adangelios es el Nuevo Testamento, lo que significa que Arango es su propio evangelista.
Mientras Gonzalo para sus íntimos duerme el ronquido de la eternidad, en tierra firme Angelita vive en condición de riqueza absoluta espiritual, pensando pensamientos que suben en forma de escalera de caracol hasta el cielo, segundo piso, ascensor, donde se encuentra su amado fundador del nadaísmo.
Fulgurante y demoledor
De su libro Adangelios, su autor le dijo a Angelita un día que amaneció convertido en el Ivonne Nicholls de sí mismo: «Es un libro fulgurante y demoledor». El comentario es de Angelita, después de fundar la liga de consumidores del libro de Arango.
Adicionalmente Adangelios es, aparte de Nuevo Testamento, libro de poesía y hasta de certeras biografías mínimas. A Mao Tse Tung, el fallecido líder chino, lo define así: «Té para todos».
De su maestro Fernando González, quien puso la cuota inicial para lo que sería luego el nadaísmo, Arango escribe que «su obra fue la realización de su vida, no en busca de la inmortalidad sino de trascendencia humana». A Cassius Clay, poeta pesado del cuadrilátero, le hizo esta biografía-epitafio: «Ganzúa de Alá».
Del matrimonio
Del matrimonio afirma: «El matrimonio como fin, es el fin del amor». Toca el tema de la paz y le dice al oído del consejero presidencial Ossa Escobar: «La paz no hay que negociarla; hay que hacerla, como el amor».
Según Aliocha, seudónimo en el cual se asiló para escribir reportajes para la revista Cromos en 1968, los hombres hacen la historia para recordar. Los generales hacen la guerra para enterrar los recuerdos.
A los poderosos y a los ricos les dice: «El guardaespaldas es la sombra de tu mala conciencia».
«Si cada hombre pusiera en su epitafio cómo vivió, sabríamos por qué habría muerto», dice también.
Fuente:
Domínguez Giraldo, Óscar. «Gonzalo Arango: el quinto evangelista». El Colombiano (Colprensa), Medellín, domingo 27 de septiembre de 1987, página 6C.