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Sexo y saxofón

Por Enrique Santos Molano

No escribo este recuerdo de Gonzalo Arango por ningún motivo especial, ni de aniversario de nacimiento o de muerte, o de la primera publicación del gran escritor, ni por razón distinta a que de tiempo en tiempo es bueno hablar de literatura, de los excelentes narradores que hemos tenido, y olvidar por un momento la megacrisis económica y la profusión de uribitos que vamos a tener de candidatos para el 2010.

(Como José Obdulio Gaviria es paisano de Gonzalo Arango, aprovecho un par de líneas para darle la bienvenida a su columna en El Tiempo. Con José Obdulio podemos estar en desacuerdo con sus ideas y posiciones políticas, pero pecaría de ciego y sordo el que no le reconozca que es polemista fenomenal y que maneja el castellano con maestría, con buen humor, y con el respeto y el decoro debidos a nuestro idioma).

Si los millardarios reunidos en Cartagena, en vista de que algunos de ellos han perdido unos cuantos centavos en la actual crisis, me hubieran  preguntado por un remedio para calmar los nervios, les habría formulado, sin ánimo de lucro, que se leyeran un libro y una novela que los relajarían, no sólo por su calidad literaria, sino por el humor y la ironía calcinantes con que sus autores nos muestran que las cosas más graves de la vida no tienen la menor importancia.

En estos días he releído y gozado como nunca con el libro de cuentos Sexo y saxofón, de Gonzalo Arango, y la novela Sin remedio, de Antonio Caballero. Dos obras demasiado importantes para hablar de ambas en una sola columna y, por ende, me ceñiré a la del hijo epónimo de Andes (Antioquia). Digo lo de “hijo epónimo” porque el propio Gonzalo Arango advierte en el umbral de sus relatos que “nací en Andes, un pueblo sin gloria, que se hará famoso por mi nacimiento hace 30 años y muchos meses”. Podría parecer por esas palabras retadoras que Gonzalo Arango era un ser lleno de vanidad o de presunción. Pues no, ni tanto así. Gonzalo, uno de los escritores más inteligentes del siglo XX colombiano, era la persona menos vanidosa. Un tipo sencillo, alegre y encantador, que gastaba una prosa fina como el oro más fino, poética y cargada de hondos pensamientos, agazapados detrás de una desenfadada mamadera de gallo.

En el ejemplar que poseo de Sexo y saxofón, de la edición original de 1963, de Ediciones Tercer Mundo, con carátula de Alejandro Obregón, y contracarátula de Hernán Díaz, hay una dedicatoria de Gonzalo Arango, trazada con una hermosa y clara letra, más propia de un esmerado calígrafo que de un revoltoso nadaísta, que dice:

Don Enrique Santos
Calibán:

Señor:

Mi familia al fin creyó en mí a causa de su nota. Aunque usted no cobra por hablar bien o mal del arte moderno, le pago esa “deuda” con esta belleza sospechosa.

Gonzalo Arango

Gonzalo Arango dejó inédita su primera novela, Después del hombre, publicada póstumamente en el 2002 por la Editorial Hombre Nuevo, de Medellín. En 1969 andaba yo buscando afanoso a un autor de prestigio para continuar la colección de narrativa colombiana moderna que había iniciado con La canija, de Manuel González Martínez, y El despertar de los demonios, de Víctor Aragón. Le propuse a Gonzalo Arango que escribiera una novela para esa colección, y su respuesta fue un “no” cordial, nervioso. Pensé que sin duda una buena oferta lo animaría a cambiar de parecer, y le ofrecí anticiparle la impresionante (para esa época) suma de cuarenta mil pesos con el fin de que se encerrara a escribir la novela. Sin vacilar volvió a responder que “no”. Le dije que lo pensara, que ahí estaban los cuarenta mil pesos reservados. Si resolvía aceptarlos, no tenía sino que llamarme. Nunca me llamó, y una quiebra editorial posterior se engulló aquella plata.

Durante muchos años tuve la idea de que la pereza había sido más fuerte en Gonzalo que su necesidad de dinero. Cuando se publicó Después del hombre entendí mi rotunda equivocación. A Gonzalo Arango el dinero le interesaba un ápice. Él tenía la novela escrita y para ganarse los cuarenta paquetes le hubiera bastado sacar del cajón los manuscritos y entregármelos. Su pudor literario y su honestidad consigo mismo eran superiores a cualquier suma que se le pudiera ofrecer. Con idéntico “no” cordial e irreversible me hubiera respondido si en cambio de cuarenta mil lo tiento con cien mil. Gonzalo no creía que su novela reuniera los méritos que justificaran publicarla, y no la publicó. Para entender la seriedad y la entereza de su negativa es suficiente saber que cinco mil pesos de anticipo eran  suma codiciada por cualquier autor, o que el equivalente en poder adquisitivo de 40.000 pesos de 1969 es hoy de 40 millones, más que menos; pero Gonzalo se equivocó en el autojuzgamiento de su novela. Después del hombre es un intenso, dramático y agarrador relato psicológico, un soberbio avance de la pulcra y a la vez turbulenta prosa lírica que encuentra su expresión definida en Sexo y saxofón, diecisiete cuentos para los que no me topo con el calificativo atinado, que se fijan indelebles en el sentimiento del lector.

Expresa Gonzalo Arango en la presentación de su libro:

“Salí del inmenso anonimato fundando EL NADAÍSMO para restituir a La Nada su condición rebelde, y a mi vida una razón de vivir entre los signos apocalípticos y nihilistas de mi tiempo. Pienso que la sociedad en sus períodos de crisis levanta mitos para no dejar hundir el prestigio del Espíritu. Yo he venido a llenar la ausencia de valores mientras se restablece el equilibrio, y retorna una cierta sensibilidad abatida por el materialismo y el Imperio Precursor del Músculo y el Griterío del Tumulto”.

“No creo en casi nada, pero creo en la vida”.

Fuente:

El Tiempo, edición desconocida.

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