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Gonzalo Arango y su
canción de revolución capilar

Por Diego Londoño

Hace pocos días conmemoramos el que sería el cumpleaños número 86 de Gonzalo Arango, líder del nadaísmo. Por eso quiero recordarlo con una anécdota donde su pensamiento se convierte en canción, en rock, en protesta y en vida rebelde y juvenil.

«La sociedad colombiana necesita esta revolución nadaísta. Destruir un orden es por lo menos tan difícil como crearlo. Aspiramos a desacreditar el ya existente por la imposibilidad de hacer las dos cosas, o sea, la destrucción del orden establecido y la creación de uno nuevo»: Gonzalo Arango.

En Medellín en los años sesenta, empezó a regir una estricta medida contra los melenudos, que consistía en atrapar a cada joven que fuera sorprendido en las calles con sus cabellos al viento para encerrarlo en un calabozo y motilarlo agresivamente con una navaja.

La intención de Gonzalo era vivir en carne propia lo que estaba padeciendo la juventud antioqueña, con la medida de no dejar ni una melena suelta. En algunos medios de comunicación como Todelar se potenció una campaña que rezaba: «Contribuya con el aseo de Medellín, motile a un peludo».

Por esto Gonzalo quería provocar, ser motilado y luego vivir la sensación de impotencia por la que pasaban muchos jóvenes en aquellos años de rebeldía, religiosidad radical y encarcelamiento del pensamiento. Luego de esto, en compañía del editor y abogado Alberto Aguirre, quería demandar severamente a los autores intelectuales de este atentado contra la libertad de la persona. Además, escribir el reportaje de denuncia que publicaría como una de sus columnas habituales en la Revista Cromos con el seudónimo de «Aliocha».

Y así fue, engrandeció su melena, se peinó hacia arriba desafiando la gravedad, y llegó a Medellín para caminar por la calle Junín y la avenida La Playa con sus pasos firmes y su voz pausada desafiando a la policía y a su estricta medida contra los greñudos.

Pero el Alcalde, más astuto, dio la orden de no motilar al maestro, al controversial escritor y pensador. Gonzalo se exhibió por las calles como un profeta del Antiguo Testamento, con cara de pistolero de «la pesada», con cara de poeta in fraganti, o sea, de vago. Cada que veía venir los patrulleros hacía dos cosas: aceleraba el paso con un aire sospechoso de complejo de culpa, o los miraba de frente con ojos de Tirofijo, pero no le prestaban atención, se hacían los tontos, o le sonreían con disimulada complicidad, como queriendo significar «la cosa no es con usted, profeta».

Caminó, y caminó, saludó por las calles con su afro extravagante y literalmente se quedó con los crespos hechos, no logró que cometieran la buscada masacre capilar.

Pero en esa misma visita a Medellín, pudo conocer por coincidencia a Los Yetis, unos jovencitos de la burguesía envigadeña que además de tener el cabello con una extensión considerable, también tenían guitarras colgadas, y toda la rebeldía en la sangre de un nuevo sonido para Colombia, el rocanrol.

¿Quiénes eran esos Yetis que en plena ciudad industrial se atrevían a desafiar la mansedumbre del rebaño con sus melenas alborotadas, sus gargantas de volcán y sus guitarras que estremecían el silencio con la furia de una locomotora? Esa fue la pregunta de Gonzalo.

Así que conversó con ellos mientras tomaban Coca-Cola, y pudo analizarlos durante varios días. El nadaísta vio pertinente tratar este tema a través de Los Yetis, pues eran un símbolo de lo que se estaba viviendo en Medellín con las protestas universitarias y la pelea por el cabello largo, que tenía como opresores a los padres de familia y policías, que ejercían presión y abuso del poder desmedido.

Así que les propuso hacer una pieza nadaísta. Él escribiría la letra y Los Yetis se encargarían de musicalizar la rebeldía. Y fue así como nació Llegaron los peluqueros, la banda sonora de una revolución capilar que fue precisamente la mezcla perfecta, música y nadaísmo, que recogería el sentir de la juventud sesentera.

«La patria está en peligro, el decoro de la patria está en peligro. Yo no tengo patria, Yo no tengo nada. La patria se desangra, Mi capitán, Que bello él. Torrente rojo. Los poetas lanzan su manifiesto. ¡Muera la poesía! ¡Viva el terror! El nadaísmo es gentil armada de la revolución.

Los peluqueros a la guillotina, caos, ooh… caos. Tumban estatuas del Libertador. Los amotinados afeitan a los héroes. Mueran los peluqueros, vivan las melenas, la revolución. ¡Que se vayan ya! ¡Los peluqueros llegaron ya! ¡Que se vayan, fuera los peluqueros!».

Fuente:

El Colombiano, lunes 23 de enero de 2017.

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