La Librería de Otraparte

Visita nuestra tienda virtual en
libreria.otraparte.org

El triunfo del nadaísmo

El nadaísmo no fue una camarilla, fue toda una generación con poetas por todas las regiones.

Por Jotamario Arbeláez

La Biblioteca Nacional de Colombia, dirigida por la incansable Consuelo Gaitán, me ha encargado la elaboración de algo así como un registro de la poesía nadaísta, que por espacio de 60 años ha transitado este territorio empapado en sangre, pues salimos de la primera violencia partidista, la de los 300.000 muertos, para desembocar en la guerra del Estado con la guerrilla y las adehalas del paramilitarismo y el narcotráfico, con millones de víctimas, entre masacrados, torturados, secuestrados, desaparecidos, deudos, exiliados y desplazados.

Los nadaístas, a pesar del escepticismo y el pesimismo, desde siempre esgrimimos la literatura, si no como tabla de salvación, por lo menos como garrote de denuncia de los oprobios, vinieran de donde vinieren. Y se nos tiene que abonar, por lo menos, que ha sido un nadaísta confeso, Humberto de la Calle Lombana, quien logró la paz de Colombia. Así queden compatriotas a quienes la paz urtica, como si guardaran nostalgia del genocidio.

Tomé como punto de partida para la recuperación de mis santos colegas, la edición de 12 poetas nadaístas de los últimos días, que para celebrar nuestros primeros 30 años me encargara, hace 30, el Centro Colombo Americano, por intermediación de nuestro principal promotor, Gonzalo González (GOG), donde figurábamos los de siempre: Gonzalo Arango, Amílcar Osorio, Jaime Jaramillo Escobar, Darío Lemos, Eduardo Escobar, Humberto Navarro, Elmo Valencia, Armando Romero, Pablus Gallinazo, Eduardo Zalamea, Jan Arb y el infatigable servidor de copas para brindar que esto escribe. Imperdonablemente faltaron Alberto Escobar y Jaime Espinel.

El nadaísmo no fue una camarilla, ni fue un cenáculo, fue toda una generación con poetas por todas las regiones del territorio, seducidos por las prédicas retumbantes del profeta gonzaloarango y su pléyade de discípulos, con axiomas tan discutibles como “el hombre no tiene sino sus dos pies, su corazón, y un camino que no conduce a ninguna parte”, complementado por el ‘Cachifo’ Navarro: “El mundo es verde y no hay ninguna esperanza”. Éramos hombres de poca fe, y con esa poca fe persistimos hasta encontrarnos con Cristo, algunos, como Gonzalo y como yo, y así continuamos, vivos, muertos o borrachos, o en el asilo de ancianos de San Miguel, donde acaba de ingresar con sus gloriosos 91 el Monje Loco Elmo Valencia, gracias a los oficios de Armando Barona Mesa y a la generosidad del alcalde Maurice Armitage, de Cali.

13 poetas nadaístas —él y sus doce apóstoles apostáticos— fueron lanzados al estrellato del asfalto por Gonzalo Arango en 1963. Ahora he logrado reunificar algo más de medio centenar, de entre quienes se perdieron en el camino, extraviaron su obra, se hundieron en las brumas lisérgicas o fueron ganados por el desaliento. O tomaron otros caminos expresivos sin perder el aliento lírico, como la pintura, la música y el teatro. En tal forma el libro no será una “antología” rigurosa, sino un “panorama” amplio, 51 poetas nadaístas de los últimos días, que en sus 500 páginas recoja también los aportes, aun los escritos en servilletas perpetuas, de quienes sin mayor prosopopeya colaboraron en la marcha de la loca locomotora. Aunque el nadaísmo fuera la rumba del desaliento —como lo prueban el nadaísta de Cartago y Rocío, quienes firmaron su renuncia con sendas copas de cianuro—, algo de alucinada claridad y rabia sonriente deja a la poesía colombiana que antaño lo viera con malos ojos.

Fuente:

Arbeláez, Jotamario. “El triunfo del nadaísmo”. El Tiempo, Bogotá, miércoles 19 de julio de 2017.

^