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Nadaísmo 60 años

Por Jotamario Arbeláez

Cuándo me iba a imaginar, a los 18 años, bachiller reprobado y lleno de novias, lector impenitente y rey de la carambola, que iba a formar parte de un movimiento en apariencia literario que iba a cambiar el mundo, ni siquiera para mejor, porque lo sacamos de las cavernas a mirar el cielo lleno de estrellas y de misiles a punto de ser disparados.

La llegada de Gonzalo Arango con su nadaísmo a mi vida fue como recibir la visita del Zaratustra llegado de la montaña. No traía buenas nuevas sino dinamita mental para socavar las pasmadas instituciones. Y a toda una generación de muchachos que andábamos por ahí descocados nos graduó de superhombres de la destrucción emotiva. No teníamos en qué caer muertos, pero por entonces éramos inmortales. Nuestro lecho era de flores marchitas, pero sobre él practicábamos amores aberrantes como si estuviéramos volviendo a crear el mundo. Para poder camuflar nuestro perfil de devastadores por entre las intonsas gentes y el bolillo de los agentes del orden, impostamos el cariz de poetas, con tan mala fortuna que algunos nos lo creímos, y no nos fue mal con la farsa lírica. Nos ganamos todos los premios, que perdimos a la ruleta. Así, el establecimiento se fue volviendo nadaísta, tanto que hasta presidente nadaísta tendremos; se volvió bendita la marihuana, las faltas del ayer en virtudes se transformaron, impusimos la vanguardia por sobre todas las cosas hasta que se inventaron las posvanguardias retaguardistas, las mujeres se liberaron de su eterna feminidad e inventaron el feminismo, los maricas estigmatizaron esa palabra y se proclamaron gais orgullosos, la guerrilla dejó las armas, Cristo se independizó de su Iglesia, la poesía volvió a ser el ojo de Dios apuntando a los criminales, imprecando, pero también la voz de Dios entonando aleluyas. En lo único que fallamos fue en hacer la revolución comunista, que no era nuestro programa, pero hicimos la nuestra, que consistía en cambiar la vida —como si fuera poquito—, aun al precio de nuestras desvalorizadas cenizas. En lo que no nos descachamos fue en nuestra avanzada lisérgica a partir del cacho. La alucinación entró a formar parte del pénsum. Los que sobrevivimos entramos a la vejez como a una tercera juventud libre de espinillas. Hasta en la cruz roja de la religión se convirtió el nadaísmo.

Han pasado 60 años. La Biblioteca Nacional de Colombia me ha encargado una antología extensa de lo que fue la poesía nadaísta en toda esta guerra en Colombia a la que le trajimos la paz. Resultaron 51 poetas nadaístas de los últimos tiempos, 620 páginas que estoy a punto de entregar. ¿Y dónde está la obra?, nos preguntaban nuestros enemigos para corcharnos. Esta es solo una muestra. Faltan los novelistas, los cuentistas, los libelistas.

El 18 de enero el profeta Gonzalo Arango estaría —está— cumpliendo 87 años. Desde hace 5 años se vienen celebrando fiestas nocturnas en ciudades varias del país y del mundo, coordinadas desde Nueva York por Michael Smith, heredero del baúl de recuerdos de Rosa Girasol, amante gringa del profeta en su extensa época negativa, porque después volvió a Dios de la mano inglesa de su Angelita. Quien está lanzando su libro Máximas, una especie de I Ching a nuestra medida.

Las fiestas, bajo el nombre de V Internacional Nadaísta, se celebrarán a partir de mañana en Medellín, Cali, Bogotá, Pereira, Bucaramanga, Santa Rosa de Cabal, Belén de Umbría, Pueblo Rico, Pasto, Ipiales, Villavicencio, Buenos Aires, México, Quito y Madrid. Se celebra al filo de la medianoche en bares de distinto calibre a ritmo de rock, se pasan videos con textos de Gonzalo en su voz recubierta de imágenes de la época, y al final se hace una lectura de poemas a cargo de jóvenes inficionados por el nadaísmo. Todo ello a mayor gloria de Dios, “así a Él no le interesen estas porquerías”.

Fuente:

Arbeláez, Jotamario. “Nadaísmo 60 años”. Periódico El Tiempo, Bogotá, miércoles 17 de enero de 2018.

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