Del Infierno al Paraíso
La compañera de Gonzalo Arango corrige versiones sobre su evolución espiritual a propósito de cumplirse 30 años de la muerte del fundador del Nadaísmo.
Por Angela Mary Hickie (Angelita)
“Andamos en pos de una meta superior:
el encuentro con nosotros mismos”.
Gonzalo Arango
Colocando una flor en la solapa de su amigo Hernando Santos, entonces jefe de redacción de El Tiempo, Gonzalo le entregó el nadaísmo. Desde este suceso ya han pasado casi 35 años. “Para mí el nadaísmo terminó”, declaró, “y es posible que apenas comience para otros. El nadaísmo será siempre una posibilidad de libertad para los que no se han realizado. ¡Que cada uno haga su santa gana! No más sistemas ni sectas. Toda secta crea dependencia, alejándonos de la verdadera fuente, que es libre. No pertenezco a nadie ni a nada; me pertenezco a la vida. Nuestra alternativa es la de Lázaro: o salimos de la tumba o nos moriremos definitivamente”.
Gonzalo se despidió de su pasado y resucitó como Hombre Nuevo. Despojado de toda atadura física y sicológica, en sus últimos años caminaba libremente predicando el mensaje crístico de amor, perdón y compasión. Ahora afirmaba lo que antes negaba: su amor por Jesucristo. Ya no era cuestión de protestar contra los gobiernos, la sociedad, las religiones ni los sistemas, sino salir de ellos y dedicarse a la búsqueda de sí mismo. “No voy a destruir más con la violencia sino crear con amor”, concluyó. En ese momento estaba terminando su libro Providencia, “un libro amoroso y terrible”. Su manera de escribir se simplificó: “En literatura, no darle a la gente un sentido de vivir es robarle el pan. Hay que dar vida a la literatura y no literatura a la vida...”.
Providencia, junto con Fuego en el altar y Adangelios están compilados en el libro Todo es mío en el sentido en que nada me pertenece, que contiene escritos proféticos y reveladores (Plaza & Janes). Su ira santa y su mensaje apocalíptico están dirigidos, en primer lugar y sobre todo, a los países más avanzados y superpoblados. Gonzalo, quien vivía más allá de su tiempo, sospechaba las consecuencias violentas e inevitables que desataría el materialismo absoluto en sistemas donde el hombre es explotado al máximo, corriendo a velocidad loca en una competencia extrema, sin tiempo ni condición para reflexionar sobre lo esencial: lo espiritual.
Gonzalo recorrió el sendero estrecho de la renuncia. Tentado por seductoras bajezas terrenales como poder, sexo, lujuria, ambición, vanidad, orgullo, mentira, alcohol y cigarrillo etc., el profeta triunfó sobre ellas, alejándose de la vida pública en un despertar de conciencia hacia la soledad interior. En otras palabras, mató el ego y reestableció la armonía dentro de su ser por medio del sacrificio: “El hombre sólo puede nacer del parto con dolor de su propio ego”.
Para Gonzalo, uno de sus más importantes descubrimientos que puso en práctica era cambiar la razón por el sentir: liberar la mente de tanto peso y volar. “Donde termina la razón empieza el infinito. Los libros son trampas de ratones con queso podrido de razones, alimento de ego y agonía. Es mejor saber vivir que saber escribir”.
Si en su época de provocador escandaloso se expresaba: “Yo, Gonzalo Arango, tirano del mundo, me sentencio a la PENA CAPITAL de pasar la vida frente a una máquina de escribir escribiendo la palabra MIERDA por los siglos de los siglos...”. Luego del extraordinario y colosal cambio que experimentó, se manifestaría así: “Padre, bendíceme. Que yo siempre te sea fiel como el pie al paso, como el paso al camino, y como el camino hacia Ti en pensamiento, palabra y obra. Haz tu corona de amor como Cristo con el oro de la humildad y los diamantes del sacrificio”.
Sus seguidores, los nadaístas, no han sido fieles a su memoria por intentar ocultar a los ojos del mundo esta asombrosa transformación de su líder, su metamorfosis, su viaje de la oscuridad hacia la luz. Aquellos “amigos cercanos” han querido reencauchar su imagen de intelectual, bohemio, blasfemador y rebelde, menospreciando su conversión, su nueva obra y nuestra hermosa relación de casi 7 años durante la cual la evolución de Gonzalo fue definitiva. Estos adorables abuelitos también han insinuado que Angelita es la “Yoko Ono” de la literatura colombiana, el palo en la rueda, the spanner in the works, haciendo ver a Gonzalo como un tonto, como si no hubiera tenido voluntad para tomar sus propias decisiones. Si eligió escribir su poesía en letras mayúsculas y sin puntuación (Providencia), fue cosa de él. Si se apartó del movimiento que él mismo creó y vendió su biblioteca para dedicarse a mirar crecer las lechugas y los rábanos en la huerta de nuestra casita en Villa de Leiva, fue porque él lo quiso así: “Ver crecer una lechuga, reverdecer, es un asombro más increíble que descender en la luna”.
Seguramente sus discípulos se sintieron desamparados por la deserción de su profeta, pero, ¡por Dios!, ¡cómo pretender que San Pablo vuelva a perseguir y matar cristianos luego de ver la Luz! Por mi parte, doy testimonio de la felicidad que nos acompañó durante esos años. Una tarde, mientras desyerbaba esa misma huertita en Leiva, encontré unos pedacitos viejísimos de olla de barro. Cuando Gonzalito los vio se entusiasmó y decidió cavar, presintiendo que allá, bien abajo, podría yacer un tesoro. Ni antes ni después lo vi usar la pala, ¡y es posible que esa fuera la única vez en la vida que el romántico soñador tomara una herramienta en sus manos! La expectativa y el entusiasmo nos acompañaban con cada palada. Por fin echó la pala a un lado, exclamando, “ ¡Mira, allí está! La olla se ve casi intacta, pero vacía”. Me acerqué al hondo hueco. En el fondo descansaba la vasija de boca ancha, dentro de ella un montón de cáscara de huevo y además... un candado roto. “Ya lo sacaron”, suspiró, volviendo a sentarse en su piedra filosofal.
Días después nació este poema que la enseñanza enriquecedora le inspiró, llamado El Tesoro: “Si buscas un tesoro y lo encuentras facilito, es un pobre tesoro. Si renuncias a encontrarlo porque está muy profundo, no mereces el tesoro. Si lo buscas con amor y sacrificio, tu esfuerzo es oro, aunque no encuentres el tesoro”.
Ahora, cuando se acaban de cumplir 30 años de su desaparición, Gonzalo y su nuevo mensaje están más vivos que nunca. Porque la verdad no muere sino que crece y su Luz aumenta con cada instante y con cada día que pasa. ¡Aleluya! ¡Cantad la aurora, niños acuarianos del amor, hijos de la Tierra y el Sol!
Fuente:
Periódico El Tiempo, noviembre 9 de 2006. —Nota: El título que aparece en este artículo fue el que originalmente utilizó Angelita, pero fue omitido en la versión impresa.