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Manifiesto a la tribu

Estamos aquí para realizar la justicia de la vida en la Tierra por medio del amor, del poder portentoso del amor.

Nada de blanduras ni capitulaciones. La inercia es cobarde.

Se avecinan tiempos terribles, de expiaciones.

El alma está abrumada de crímenes, apesadillada por pecados de deserción: materialismos y molicies funestas.

La vida se ahoga bajo la tiranía del confort, la negrura de la miseria y las penurias del espíritu.

La desesperanza nos asfixia, el horizonte se cierra, el sol se eclipsa.

Se cerraron todas las salidas y todos los poros del ser a la evolución.

La soledad en sociedad: manicomio cuerdo pero invivible.

La confusión organizada y el crimen legalizado por códigos de cuartel y leyes de talión.

El miedo de vivir nos ha hecho encerrar en un conformismo burdelesco, prostituyendo el alma para subsistir.

César copula con el alma del hombre para darle de comer al cuerpo.

La santa alianza del Estado: dinero legislando con el hisopo y el fusil: ¡trinidad diabólica!

El malvado invencible por las armas; la Tierra un infierno de terror.

¡Oh iniquidad, aherrojados por la razón como topos!

El desarrollo externo sin el interior es estéril.

La vida no puede vivir de dividendos ni de valores de bolsa negra.

Las acciones bursátiles conducen a la
violencia y después a la muerte lenta.

La lógica es lápida y el utilitarismo ruina.

El espíritu está enfermo de idolatrías crapulosas y pordioseras.

El ser se duele de no ser, se queja de degeneración.

El alma aúlla prisionera de ausencias, pesadumbre de posesiones y codicias adúlteras.

Naufragamos en mares de ignorancia y de ignominias que generan ríos de sangre y lágrimas.

Cruzamos el desierto de una civilización dominada por la pasión guerrera del dinero y del dogma totalitario.

Reinan los esclavos, gobiernan los astutos que saben sumar con egoísmo.

La contabilidad es biblia del sistema siniestro, y la espada asesina de inocentes su balanza de justicia.

Prisionera de un cuerpo a la vez oprimido, el alma ha perdido la visión y el rumbo.

El Ser encadenado por todas partes: por pasiones de consumo, alienaciones síquicas, barrotes físicos y barrotes metafísicos.

Iglesias como prisiones de oro;
Divinidades opresoras o vencidas;
Aleaciones de fe con cruz gamada.

La vida sin esperanza se tiene que desesperar, sacudirse violentamente la tiranía insoportable que la desangra.

Hermanos: padecemos hegemonías vampiresas, ¡despertad!

Estamos al punto de un estallido catastrófico: se agotan las reservas de la paciencia de la Raza, y la dignidad del espíritu se subleva de indignación sagrada.

La erupción de un volcán oprimido: el alma que retoma su respiración terrible para que la vida exprese su opulenta belleza con libertad, y se derrame como un orgasmo de esplendor sobre la tierra y el cielo.

La imaginación floreciendo la carne como en una nueva primavera del Ser. La justicia exhala su aliento devastador y desata la tempestad.

Brota de las grietas ensangrentadas el génesis.

El hombre sólo puede nacer del parto
con dolor de la muerte del ego.

Gonzalo Arango

Fuente:

Arango, Gonzalo. Todo es mío en el sentido en que nada me pertenece. Plaza & Janés, Bogotá, primera edición, agosto de 1991, p.p.: 185-188.

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