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Diario de la Eternidad

1

Octubre, 1962

Soy una burguesa y me aterra
que los hombres sufran.

Tengo 30 años y mucho dolor encima
de mi cuerpo, pues he amado.

Sé que no es fácil la vida en este mundo. Pero vale la pena vivir, y de todos modos ahorcarnos no es solución.

Un destino siniestro parece guiar a la humanidad a su total destrucción.

Una quisiera oponerse con su grito y con sus puños para detener esta ráfaga de locura que azota el mundo.

Dije que soy una burguesa, pero lo soy más por sentimientos que por dinero. Este no ha representado nunca para mí un valor, ni un fin. Y no quiero un exceso de bienestar que haga infeliz a otro o lo limite en sus posibilidades de realizar su vida con todos los derechos que le da el ser hombre y habitar en la Tierra.

En esta atmósfera de confusión es casi imposible elegir una ruta para la humanidad y para uno mismo.

Confieso de todo corazón que los excesos me avergüenzan, pues tengo la impresión de que los he robado.

Soy una sentimental, sin duda. Pertenezco a esa clase de personas que aman las flores y pierden el apetito pensando en el hambre de los demás.

En esto no tiene que ver ningún sentimiento religioso como la caridad: es mi manera de ser humana.

Nací con esta intuición natural por la justicia y la solidaridad hacia los hombres.

2

Nací en 1932.

Cuando me di cuenta que existía fue porque abrí los ojos y encontré que me rodeaba un mundo poblado de cosas extrañas: ciudades, rascacielos, aviones, orquídeas, mares, golondrinas y seres como yo, con una cabeza y un cuerpo. Me pareció que el mundo era una hermosa aventura, y me sentí orgullosa de vivir, orgullosa de la Tierra, deslumbrada, y mi espíritu despertó para celebrar con la naturaleza sus bodas gozosas.

Era magnífico estar viva, respirar, moverme de un lado a otro, dormir, despertar, crecer.

Me parecía que venía de la Nada, de una remota eternidad sin memoria.

No me inquietaba mi origen, ni mi destino final, porque yo estaba físicamente arrojada en brazos de la naturaleza, en el colmo de la dicha.

Desbordaba de éxtasis por todos los poros de mi cuerpo, y se me hacía imposible soportar la idea de no haber nacido. Sólo en este momento tuve mi primer pensamiento metafísico y mi primera decepción, como si una nube negra amenazara mi felicidad.

Comprendí que pude no haber nacido, pero no me importó porque de todas maneras ya había nacido y estaba aquí. Mis buenas relaciones con la naturaleza se salvaron, aunque siempre persistió en mi alma el sentimiento de la Nada, y una vaga soledad.

3

No digo que este mundo es puro y que la felicidad es nuestro destino: para mí no existe la felicidad.

Sólo hay instantes de plenitud, afinidades entre el objeto y el deseo. Pero estos estados de plenitud son estados de duración, y no sentimientos eternos.

Hoy, menos que nunca, la idea de “felicidad” es ingrata, y no la podemos realizar. En periodos más ingenuos de la historia ella era una empresa de la voluntad y del porvenir.

Hoy, bástenos el goce, que es la duración transitoria entre la llama de un fósforo y el temor de que se apague.

Se sufre, es verdad, por el hecho de existir y de estar en el mundo. Pero entre el sufrimiento y la Nada yo elegí el sufrimiento. Y acepté la muerte como destino natural, porque era inútil rebelarme contra la naturaleza.

Quizás me hubiera gustado ser inmortal, pero no me era dado elegir. Ante lo irremediable, mi voluntad se inclinó a favor de la condición humana contra la nostalgia del ángel.

Me consolé pensando que la inmortalidad no era lo mismo que la vida, y que seguramente le restaría excitación a este mundo en el que estaba fascinada.

Pienso que la humildad no consiste en despreciarse, sino en reconocer los límites. Y mi límite era mi corazón exaltado que un día dejaría de latir.

4

No soy distinta de otros seres.
No soy más, ni menos que cualquiera. ¡Pero soy única!
Es decir, vivo y voy a morir sola. Sola como un río,
sola como un ala, sola como Dios.
Si Dios existe y creó el Universo, lo bendigo.
Si no existe, bendigo el Universo.
Lo bendigo porque es divino, eterno,
maravilloso monstruo de claridades,
misteriosos astros infinitos y locos,
torrentes, distancias, abismos vacíos,
mares vivos y secos de arena,
tempestades de agua dulce y viento,
fiestas de girasol, uva y poesía insurrecta,
arcanas erosiones y erotismo santo,
centellas y estrellas muertas,
noches inefables y sin memoria,
fecundidad y aridez propicia a la belleza
de la rosa o de la roca.

5

Me casé de 25 años.

Fue muy simple: yo iba por la calle y él me miró. La felicidad con un nuevo rostro había llegado a mi vida: veranos en las playas, noches de amor, dos hijos, amistad, compartir el mundo, el dolor, el oficio de vivir.

Él no es nada sin mí, y yo no soy nada sin él.

Tenemos un lugar, y en este pequeño lugar de la inmensa Tierra, bajo las estrellas, somos felices.

Él y yo y nuestros hijos y nuestra casa es todo lo que tenemos, y eso basta. Porque sobre todo tenemos nuestra vida.

Él es arquitecto. Hace edificios para que los hombres y sus cosas habiten.

Adora su profesión porque es un artista, y sin eso se sentiría muy solo. Es parte de su vida y su gran pasión.

Me gusta verlo crear sus edificios de la nada. Se vuelve lejano y taciturno cuando en cada línea que dibuja va presintiendo su obra de confines imaginarios.

Poco a poco lo posee una especie de furia exaltada cuando la irrealidad se ordena entre sus manos, y lentamente crece al cielo la materia animada que ve por sus ventanas y respira desde las terrazas.

Irradia un espléndido goce de vivir, irradia una pura alegría que nos inunda y colma de belleza cuando nos rodea.

Es un placer verlo con su mirada orgullosa dirigiendo su invento, siguiendo el curso de las grúas que muerden la tierra; ver ascender las columnas desde los cimientos; cruzarse en lo alto con andamios, animando ese abstracto esqueleto de hierro y argamasa que forma una imagen de realidad desplazando un vacío en el espacio.

Cuando la obra culmina, desafía el cielo con vanidosa indiferencia, y deja allí, enterrado en la tierra, el testimonio de su genio. Luego viene a mí, tomamos una copa de algo, y me ama con un placer enloquecedor.

Me dice que es feliz, y que la vida es bella, y que merecemos ser eternos, y me pregunta si yo creo en él, y yo le digo que sí, pues tiene una gran necesidad de mi fe. No dice más porque todo acaba de decirlo en su rascacielos y está agotado. Luego se duerme mientras por la ventana de nuestro cuarto palidecen dos estrellas y media en el cielo.

Todo es muy bello y simple, como ven, y nuestra vida no es un sueño.

Lunes 22

¡Crisis mundial!
¡Guerra atómica!

Washington
El régimen de Fidel Castro ha logrado que Cuba sea el primer país latinoamericano que constituya un blanco para la guerra atómica”. —John Kennedy

Moscú
Si el gobierno de los Estados Unidos torpemente desestima y viola las leyes internacionales, esto puede devenir en una guerra mundial”. —Nikita Kruschev

La Habana
Cada arma está en su lugar y junto a cada arma están los heroicos defensores de la revolución cubana”. —Fidel Castro

Londres
Tal vez dentro de una semana estemos todos muertos”. —Bertrand Russell

6

No soy comunista. No soy capitalista. Detesto todo lo que sea inhumano. Y ser inhumano es no permitirle al hombre ser hombre, pisar la Tierra con dignidad, con libertad.

Están errados los que piensan que fuera de los límites y los sistemas coercitivos de una moral o de una política no hay salvación.

La salvación consiste en comprender la enorme grandeza de estar vivos, y en aprender a morir.

¿Es una actitud pasiva, neutral?

¿Puede ser neutral ponerse del lado de la vida?

¿Asumir la gloria de mi vida y la de todos?

Se me dice que soy idealista, y que hay que tomar partido, comprometerse.

Pero, ¿comprometerse con quién?, ¿con Kennedy?, ¿con Nikita?, ¿con Castro?, ¿con De Gaulle?, ¿con Dios?, ¿con Satanás?

¡No, gracias! Desde siempre me comprometí con la vida.

Me dirán que es un compromiso insignificante, y yo diré que es justo y que da la medida del deseo del hombre.

Y agregaré que no hay que poner al hombre una etiqueta de super-hombre, o de esclavo, para que marche como un autómata a la conquista del Paraíso Universal.

Porque no hay Paraíso, ni Bienaventuranza. Esa es una abyecta mentira.

El hombre sólo tiene el reino de su intimidad donde puede sentirse su propio dios, si es lo que quiere, o donde le basta sentirse un hombre libre.

Entonces, ¿qué solución es destruirnos?

Loco el uno y el otro,
locos los dos,
locos sus sistemas,
locas sus bombas nucleares,
locos sus cohetes,
locos sus locuras...

7

Se sienten débiles porque no tienen razón.

Se amenazan porque no tienen razón.

Rugen, zumban, zapatean, cañonean, porque no tienen razón.

Un átomo de razón sería deponer sus miserables razones y sus bombas, y tomar el partido del hombre, de cada hombre particular que en ese momento no quiere morir, ni acogerse a la servidumbre de un sistema capitalista sin justicia.

Desde lo más hondo de mi ser lanzo el grito del deseo de vivir, desesperado, pleno de nostalgia del mundo.

¿Me escuchan?

¿O están sordos por los insultos que se lanzan calumniando la vida...?

Ah... ¿pero quién grita que no deja oír los cañones?

—Soy yo, una mujer, apenas una mujer, un ser humano si eso vale algo...

¿O es que hay que morir para que se ciña la corona del más fuerte? ¿O para que domine sobre un imperio de cadáveres y carroñas?

—Y, deténganse un momento, y escuchen: ¿A dónde conduce la carrera del exterminio?

¿A dónde van, idiotas?

¿Es que no saben que no hay nada más allá de la Tierra?

Entonces, ¿para qué el más allá?

¿Para qué el cosmos infinito y las lejanas estrellas?

¿Para qué?

¿No saben que en la pura y redonda Tierra el hombre se juega su destino?

¿Entonces, qué queda de la Tierra y del hombre si nos destruyen?

¿Quién va a dar el testimonio de su poder en el porvenir?

¿Para qué Júpiter, Neptuno y Venus?

¿Para qué los dioses de la crueldad y el poder?

¿Quieren restaurar la tiranía de los dioses sangrientos encarnados en hombres que renegaron de su condición humana?

Una vez fuimos liberados del oprobio de Zeus al romperse las cadenas de la esclavitud. Fue Prometeo el de la rebelión que le costó el cautiverio. ¿Acaso no somos dignos de ese don magnífico, y la libertad nos sofoca?

¿Quieren anudar los eslabones de la nueva ignominia y atarnos al cuello para que la horripilante deidad de la guerra restituya la tiranía, y sustituya en el cohete la centella delirante de Júpiter?

¡Contesten...! ¡Pero que la respuesta no sea una bomba!

Martes 23

Naciones Unidas
En un deliberado y fraudulento acto de provocación, la Unión Soviética está introduciendo en el Hemisferio Occidental proyectiles nucleares de destrucción en masa”. —Sir Patric Dean, embajador británico

Moscú
Los actos agresivos de Washington han convertido la región del Caribe en un barril de pólvora que pudiera hacer volar el mundo”. —Andrei Baturin

8

¿Qué es un cohete en el espacio?

¿Un signo de poder creador del hombre, o el símbolo de su destrucción?

Todo parece indicar que debemos ver en las conquistas del cosmos la siniestra imagen del terror, el presagio de desgracias apocalípticas.

Y la verdad es que ya no nos emocionan esos aparatos surcando el cielo, porque el miedo es la negación de la belleza y el genio. No queremos el genio al servicio de la muerte. Admiramos su misión al servicio de la vida, o si no, el genio merece ser maldito, y habría que preferir las golondrinas en el Imperio de la Lluvia, al zumbido y la furia de las cápsulas espaciales.

El hombre se ha lanzado a lo desconocido porque ha fracasado en el conocimiento de sí mismo.

Como no se poseen a sí mismos quieren poseer las estrellas.

Como no se entendieron entre ellos, huyen de su propio conocimiento para descifrar los misterios del más allá. La Conciencia no es su reino. Su reino es el Espacio. Para sumirnos en la abyección se han inventado una ética del terror que justifique sus crímenes.

Y la libertad es en sus monederos una vaga idea metafísica confinada en un tubo de dinamita.

Miércoles 24

Moscú
Si el agresor desencadena una guerra, la Unión Soviética aplicará el golpe de represalia más poderoso”. —Radio Moscú

Naciones Unidas
En esta era nuclear el mundo libre se sostendrá o caerá junto”. —Sir Patric Dean

9

Yo tengo una prueba para acusar de culpables a los guerreros:

A mí no se me ha preguntado si quiero morir, o con cuál de los dos fabricantes de bombas estoy de acuerdo.

Y si nos matan, me gustaría decirle al vencedor, al que sea, que es un asesino.

Digo que todo sistema que tenga que matar es inhumano.

Y si el destino del hombre es para vivir, es un pobre y risible destino.

Sé que el hombre no es perfecto. Pero la solución de su imperfección no puede estar en la muerte.

Si es así, entonces Stalin y Hitler ocuparían los grandes altares en la Iglesia de la Crueldad y tendríamos que bendecirlos.

En este caso, la razón del poder y la razón humana se harían cómplices del crimen. Pero yo me niego a creer que los santos redentores de la humanidad sean al mismo tiempo sus peores verdugos.

¡Asco para la razón, esa inmunda ramera!

La única razón razonable de nuestra época es oponerse a la guerra y a todos los humanismos destinistas de la derecha o de la izquierda.

Esos términos no son el hombre. Son sus contradicciones, sus afectos, sus equivocaciones, sus fanatismos. Ningún opuesto es la verdad.

Porque la verdad está en la esencia, y la esencia está en la vida.

Jueves 25

Londres
Kennedy ordenó el bloqueo a Cuba como respuesta a ataques republicanos en la campaña electoral”. —Lord Altrincham

Pekín
Lucharemos hasta el final con el pueblo cubano contra la política imperialista norteamericana de guerra y agresión”. —Lo Jui Ching, Jefe del Estado Mayor

10

Los invasores nunca tienen razón.

¿Qué van a buscar más allá de sí mismos y de las fronteras?

Invadir es usurpar, arrebatar.

El invasor es un bárbaro.

Ir más allá por lo de otros es tiranizar, ultrajar la intimidad personal y física.

Esto vale para todos los invasores: religiosos o políticos. Así se llamen “La Cruz y la Espada”, “La Hoz y el Martillo”, “La Rosa y el Arado”, “El Dólar y las Estrellas”, “La Barba y el Cocotero”.

Para vivir basta la posesión que se tiene bajo el propio cielo. Porque bajo ese mismo cielo un día ya no estaremos, y la Tierra continuará, y los astros girarán por ciclos infinitos.

Por eso no entiendo a los que quieren dominar.

¿Dominar qué?

¿La Tierra?
No. Ella permanecerá y los amos de turno morirán.
¿El mar?
No. El mar se mudará a las nubes.
¿Los planetas?
No. Ellos girarán en sus órbitas, ciegos, inmutables, en su pura nada inhumana, en el hielo y el fuego, más allá del horizonte de nuestro mundo, enredados en los perfectos hilos del tiempo inmóvil.
¿Entonces, dominar al hombre?
Inútil aventura. Porque la libertad es su esencia, y su esencia es vivir.

11

No ha querido comer. Leyó las noticias de la tarde, se hizo un whisky y se sentó a oír un concierto de Sibelius. Sus ojos eran taciturnos de otra manera. Creo que miraban al vacío de su aterrado mundo interior.

Intenté leer El reposo del guerrero,pero no pude. No teníamos nada que decirnos porque teníamos miedo. No había consuelo porque todo podía ser decidido allá, sin nosotros, en ese mismo minuto. ¡Era una sensación atroz!

Llegó a mí, silencioso, y me tomó con brutalidad extraña, inusitada, alejada completamente de la ternura o la voluptuosidad. Como si me odiara.

Se apoderó de mi cuerpo con una ferocidad sádica, con la desolada lucidez de su amor inútil, inconmovible, con el último resto de su amor desesperado que era la destrucción de su goce y el mío.

No era el amor de antes, el amor de siempre, regocijado y tranquilo, que exaltaba el deseo y lo prolongaba.

Un amor paciente que nos abría extraños mundos de dicha y eternidad, porque el sexo y el corazón podían latir sin angustia, satisfacerse, alcanzar la plenitud del goce y esperar la calma. Era así porque teníamos un cómplice: ¡El Tiempo! La certidumbre de una noche inviolable, nuestra, única, y la maravillosa esperanza de la mañana y el sol naciente.

Ahora su amor era amargo, morboso, limitado por el espanto y el presentimiento, desgarrador, instantáneo, porque hasta para eso pronto sería demasiado tarde. No era el amor sino una violación oscura, una despedida.

Después de tomarme y sofocarme se quedó quieto. Me dejaba sentir un silencio culpable, cargado de zozobra, miraba por la ventana la franja del cielo de verano y las inmóviles dos estrellas y media de nuestro placer y del sueño.

Todavía penetraba a esa hora un tibio fresco sin radiaciones.

—Sandra...

—Qué.

—¿Y si fuera la última vez?

—Oh, mi amor, tal vez no pase nada —dije por consolarlo.

—Nadie sabe. Ni siquiera ellos mismos. Eso es lo peor. Si no es hoy, será mañana, o después. Tienen las bombas, pero no tienen seguridad en nada. Se llenaron de poder y ya no pueden controlarlo.

—Deja de pensar en eso, te lo suplico. Por favor, no te atormentes.

—Sabes, desde que empezó no puedo dejar de pensar... en ti, en los niños. Es cruel. Me siento como clavado.

—Es verdad, los niños, pobres infelices.

—No han tenido tiempo de nada. Les hemos dado la vida para nada. Y tú sabes que no hemos pedido mucho para ellos.

—Hemos querido que sean lo que tienen derecho a ser.

—Y ahora, todo se hunde.

—Sí, mi amor, es terrible, pero duerme.

—Es inútil... Trato de pensar en otras cosas, en nada, pero la idea no me suelta, me posee, estoy como caído en un pozo de aceite.

—Pero, Dios mío, ¿es que uno no es nadie?

—Nadie.

—¿Y uno no vale nada?

—Nada.

—Pero, de todos modos somos seres humanos.

—Eso es lo trágico, que somos seres humanos. Pero ya ves, eso tampoco vale nada.

—¡Oh, es espantoso!

—Sandra... ¿Ves las dos estrellas?, siempre las mirábamos después del amor. Eran un símbolo de todo lo puro y feliz que había en la Tierra. Ahora, están allá, como siempre, y siempre estarán, y nosotros vamos a morir, y no por eso van a dejar de salir todas las noches, pero nosotros ya no estaremos...

—¡Cállate...!, ¡cállate!

—Esta noche las odio porque nos han abandonado, se han vuelto eternas, inhumanas. Brillan en su cielo indiferente sobre este mundo desgraciado.

—Sí, eran un lindo recuerdo.

—Míralas bien, porque tal vez sean tu último recuerdo.

—¡Es imposible...! ¡Cállate!

—Está bien. ¡Pero no es imposible!

Viernes 26

Ciudad del Vaticano
Apenas abierto el Concilio Ecuménico Vaticano II, en medio de la alegría y esperanza de todos los hombres de buena voluntad, he aquí que nubes amenazadoras comienzan a ensombrecer el horizonte internacional y a sembrar el pánico entre millones de familias”. —Papa Juan XXIII

12

No quiero ir a los planetas.

¿Qué hay allá que aquí no sea maravilloso?

¿Lo desconocido?

Diré que encuentro más misterio y belleza en un deseo de mi hijo que en el desagradable y árido Mar de la Tranquilidad en la Luna.

Me niego a creer que este planeta sea inferior a otros: este río, esta flor, su cuerpo, el panal de la miel, la rosa y el rocío, el jazz... La espuma que forma la caída del torrente es otro universo, y en sus burbujas de colores y su fugaz duración yo saludo lo desconocido.

13

Todo es santo y todo es humano a la vez.

Bendigo esta Tierra y me arrodillo ante la hormiga que cava su agujero para defenderse del rigor, almacenar su ración de invierno, amarse en la cálida noche subterránea, y regresar al sol para saludar la luz, traída de vuelta a la superficie por el instinto de la vida. ¿No es la hormiga una lección ejemplar para la raza humana?

14

Debo confesar un sentimiento religioso: soy panteísta. Adoro la vida por encima de todas las cosas. Pero a nadie le digo que lo sea, a nadie quiero convertir, y menos que decirlo, a nadie exijo nada.

Cada cual es digno de su salvación, y no hay que alarmarse, ni arrojar a las tinieblas a los otros dioses del Deseo.

Si un hombre ve en sí mismo, y no en Dios, el sentido de su salvación, está bien, más que bien. Ese hombre está salvado.

Pero si otro ve su salvación en el arco iris, ese también está salvado.

Porque no hay dioses para todos; sino para cada uno. Y cada dios existe y es justo por la sola virtud del deseo del hombre.

Conozco un poeta que veía en su amante la síntesis de todo lo sagrado, y hacía de su instinto sexual una religión con ritos, mística y sacrificios.

Cada detalle del cuerpo de ella tenía para él el sentido de la redención.

Ella se asombraba de representar ante sus ojos su papel de Divinidad, y se negaba, pero él le pedía humildemente que aceptara, pues era su última posibilidad, la viva nostalgia del dios perdido y encarnado.

Ella se resignaba a su papel, porque en el fondo de su corazón de mujer se sentía criatura de Dios, y él se salvaba en ella, purificado, porque su amor era legítimo, y legítimo su deseo de salvación.

Otros que se llamaban ateos desafiaban a los dioses de barro para excitar su ira, y para que lo Divino penetrara su carne miserable a través del rayo o del remordimiento. No tenían dios, pero sentían necesidad de algo divino y su blasfemia igualaba el valor de la oración y del reclamo.

Porque se sentían solos y vacíos de Dios, y sus almas gemían de soledad y espanto, y estaban desamparados porque el rayo de Dios no los perseguía.

Abdicaron de los dioses mansos, y en el vacío sobrecogedor de sus almas perdidas en la noche del escepticismo invocaron a los dioses de la ira, exigían se les revelara su faz vengativa, y lo desafiaban para enfrentarlo. Lo negaban para recuperar su existencia. Lo insultaban para merecer su perdón.

(Eran los errantes nadaístas-zen de la Cali epicúrea, la Medellín sodomita y farisea, la bohemia Bogotá, y los tropicales profetas de la costa atlántica.)

Otros hombres, los solitarios, se bastaban con su propio amor.
Otros se amaban a sí mismos y a sus semejantes.
Otros al rayo de sol y al relámpago.
La mansa noche estrellada.
El mar inmenso y convulsivo.
La luna llena de miel.
Las aleaciones de la luz y la podredumbre.
El rocío boreal y la púrpura sangre.
El ruido del trueno y el ruiseñor.
La pura desnudez de la hembra.
El rugido del viento y la fiera nocturna.
El silencio y el cilicio de la altura nevada.
El canto de la sirena y el cisne.
La mansedumbre de la bufea y el búho.
Los hornos crematorios de purificación.
Y la horripilante máquina del tiempo...

A todos los dioses, a la infinidad infinita de dioses del corazón humano, todos ellos dioses de la verdad porque son dioses del deseo, dioses del amor, y todos existen porque basta que un hombre busque a dios para que dios exista y sea verdadero.

Y hay que respetarlo porque el corazón y la fe del hombre son santos, tan santos como Dios mismo, porque Dios es su corazón y Dios es su fe.

Sábado 27

Santiago de Cuba
Nadie dude que si se ataca a nuestro país se producirá la guerra mundial”. —Raúl Castro

Washington
Estados Unidos podría invadir y bombardear a Cuba sin consultar”. —José A. Mora, Secretario General de la OEA

15

No tengo una política dirigida.

No tengo necesidad de un partido para sentirme dentro de una comunidad humana.

Se me dice que hay explotadores y explotados, y que debo decidirme por uno de los dos contra el otro.

Pues bien. Es muy simple. Pero no es así mi definición.

Diré sobre esto que la explotación de un hombre por otro, o de un hombre por el Estado, es la peor ignominia.

El explotador es una falsificación de la naturaleza porque concentra su poder en los débiles, como el héroe en los vencidos.

¡Qué triste debe sentirse un poderoso en un reino de mutilados del cuerpo y del espíritu!

Su dominación no es más que un pobre complejo de superioridad, pero no es realmente superior.

No estoy con unos ni con otros, sino contra todos.

Porque todos están haciendo trampa en el juego, y su juego es sucio, suicida, y de un violento peligro.

La vida es para ellos dominar o morir. Pero dominar o morir no es vivir. Y el heroísmo es una piojosa mentira, y la cobardía no existe.

Nosotros no hemos jugado. No pedimos permiso para nacer, pero ya que estamos vivos no queremos morir.

¡Basta, pues, de jugar en nuestro nombre!

Si los unos y los otros van a medir sus poderes y desencadenar la guerra, les diré que su lucha es idiota y también criminal.

Domingo 28

Bogotá
No tenemos nada para la defensa civil”. —Un miembro de la “Defensa Civil”

Bogotá
Medidas contra el pánico:
No gritar...
Buscar de manera inmediata refugios.
Hay que pensar solamente en uno mismo...
No se puede esperar el amigo.
Es un poco inhumana esta situación, pero no queda más remedio
”. —El Espectador

16

Cuando desperté estaba mirando la ciudad. De espaldas, frente a la ventana, parecía un pobre cristo desolado contra un cielo abatido por la amenaza.

Los altos edificios flotaban entre vapores de una niebla sucia y helada.

Era ridículo desearle “buenos días”. Le pedí un cigarrillo.

No se movió.

—Mis edificios —dijo al fin—. Me olvidé de ponerles una placa. Me bastaba la memoria de los hombres. Si gozaban en ellos, ese era para mí el sentido de la gloria. Ahora no quedará nada, sólo el vacío, la desolación, y un huracán de viento radioactivo cruzando la Tierra...

—Entonces, ¿qué hacemos?

—Nada.

—¿No hay nada qué hacer?

—No, Sandra, no hay nada qué hacer.

—¿Y, no tenemos a dónde ir? ¿Dónde escondernos?

—No, no hay ningún sitio en esta maldita Tierra para que tú y yo y nuestros hijos nos ocultemos.

—¿No podemos hacer un agujero en la tierra como los animales?

—Es inútil. No queda ni siquiera un agujero, amor mío. Nos han robado la Tierra.

—Si es así, entonces, ¿qué nos queda esperar?

—Nada... ¡Que caigan las bombas!

17

En víspera de las bombas y los alaridos, del sacrificio y el terror, un ser humano, una simple mujer que no tiene más méritos que estar viva y caminar con sus dos pies, quiere vivir... vivir... vivir...

Y ustedes todos, víctimas y verdugos; vencedores y vencidos; humillados y orgullosos, poderosos de la Tierra, en fin, le dijeron ¡no!, la despreciaron, la ignoraron como si no existiera. Y no sólo jugaron sin ella la última partida, sino que la jugaron contra ella y la perdieron, como si fuera una cosa, una vil cosa, como si no fuera siquiera un ser humano.

Porque para ustedes, los Falsos Redentores de la Humanidad, un ser humano no vale nada, nada, menos que nada: es la ficha de un juego azaroso que se puede quitar o poner sin que nada suceda.

Y a su angustia mortal, pura y desnuda en el terror, le gritaron: ¡Nada a la nada!, porque ni siquiera le dejaron la dignidad del polvo.

Y por eso, ahora reivindicamos contra todos ustedes, los Falsos Redentores del Tablero Estadístico y la Santa Contabilidad de la Muerte, el respeto por cierta dignidad del Espíritu que nos llamaba:

¡Polvo, a tu destino!

Gonzalo Arango

Fuente:

Arango, Gonzalo. Sexo y saxofón. Intermedio Editores / Círculo de Lectores S.A., Bogotá, 1999, p.p.: 107 - 132. Transcripción por Camilo Sierra Sepúlveda. Ver facsímil de la publicación original en la página web El profeta Gonzalo Arango.

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