La Librería de Otraparte

Visita nuestra tienda virtual en
libreria.otraparte.org

La furia nadaísta

Por Sophia Rodríguez Pouget

Eran los más locos, los más vagos, los más “perros”, poetas adolescentes de provincia que el escritor antioqueño Gonzalo Arango, diez años mayor que todos, reclutó especialmente en Antioquia y el Valle para envenenarlos con su recién creado Nadaísmo, movimiento literario, filosófico, artístico y social, que irrumpió oficialmente en Colombia en 1958, en plena dictadura (sic) del general Rojas Pinilla y la violencia bipartidista (sic).

El “inventico” —como solía llamarlo Arango, quien para entonces tenía 27 años y era ya tan buen prosista como agitador— fue presentado en sociedad con la lectura del “Manifiesto Nadaísta”, escrito sobre papel higiénico y difundido a los cuatro vientos en Medellín con su grito desesperado y el escándalo que produjo en la sociedad colombiana de entonces, moralista y anquilosada.

“Destruir un orden es por lo menos tan difícil como crearlo—empezaban aclarando—. Ante empresa de tan grandes proporciones, renunciamos a destruir el orden establecido. La aspiración fundamental del Nadaísmo es desacreditar ese orden”.

Y seguían: “En esta sociedad en que la mentira está convertida en orden, no hay sobre quién triunfar sino sobre uno mismo. La misión es no dejar una fe intacta, ni un ídolo en su sitio. Todo lo que esté consagrado como adorable por el orden imperante será examinado y revisado”.

El Nadaísmo nacía emparentado con las tendencias más rebeldes e iconoclastas del siglo XX y se propagó como epidemia predicando la creencia en la Nada como principio de todo, al abrigo del Dadaísmo, Surrealismo y Nihilismo, pero sobre todo del Existencialismo de Sartre y Camus.

Sus pioneros hablaban al mismo tiempo de “existencialismo ateo”, misticismo, poetas malditos, monjes tibetanos y budismo zen, pues querían zafarse de la lógica y trabajar en el terreno del absurdo.

Así se fueron lanza en ristre contra las liras más acartonadas de la poesía nacional y contra una tradición de la que solo dejaron en pie a León De Greiff y Fernando González, quienes pese a su distancia generacional simpatizaron con este combo de melenudos que escribían versos subversivos y cuestionaban a la sociedad, buscando desalmidonar letras y costumbres nacionales, atacando sus cimientos más intocables: Iglesia, establecimiento, herencia hispánica y Frente Nacional.

“El país de entonces era muy inocente —dice el columnista de El Tiempo y poeta Eduador Escobar, integrante del grupo inicial—. Por eso pudimos escandalizarlo dejándonos el pelo largo y diciendo palabrotas. Queríamos sacudir a Colombia de esa hipocresía y pacatería que reinaban, de esa religión malentendida. Más que literario, fuimos un movimiento social. Ya después con tanta violencia, narcotráfico y delincuencia es difícil que se repita un fenómeno igual. A Colombia ya no la sorprende nada”.

Para el poeta y publicista Jotamario Arbeláez, también columnista de El Tiempo, otro de los fundadores: “Los nadaístas fuimos la respuesta iracunda de una primera violencia que se enseñoreó en los cincuenta en Colombia con 500 mil muertos. El existencialismo nos hacía asumir esa postura de intelectuales rebeldes que querían zarandear la realidad que les tocaba vivir”.

Corrían los sesenta con su mezcla de revolución cubana, Marilyn Monroe, Beatles, píldora y rock, por lo que el grupo aprovechó todas las vanguardias incluyendo pop art, nueva ola y revolución del 68, para renovar los ídolos de la juventud.

“Academia, clero y estereotipos —continúa Arbeláez— impedían que los jóvenes tuvieran una gran manifestación estética y espiritual, y nosotros ya estábamos aburridos de tener que rendirle pleitesía a la María de Isaacs”.

Inspirado en generaciones norteamericanas críticas, como “hipsters” y los “beatniks” de Jack Kerouac y Allen Ginsberg; y de corrientes como creacionismo, ultraísmo, idealismo, situacionismo y todos los “ismos” modernos y posmodernos, como el futurismo italiano que proclamaba que “un automóvil rugiente es más bello que la Victoria de Samotracia”, el Nadaísmo propuso cosas como cambiar el busto de Isaacs por el de Brigitte Bardot, con lo que empezó a captar la atención del país y los medios, también con actos como la quema de sus bibliotecas personales en la Plazuela de San Ignacio en Medellín, a la que le siguió otra de mil ejemplares de María en el parque Berrío, donde ardieron de paso unas cuantas Vorágines.

“Para los comunistas —dice Arbeláez— fue un acto de inquisidores, para los psiquiatras una manifestación infantil de piromanía. Pero no era más que una cremación de la basura literaria con que nos habían corrompido”.

Luego, sabotearon un Congreso de Intelectuales Católicos y no faltó un episodio de irrespeto a un sacramento católico, que el propio Gonzalo Arango desaprobó y que les trajo a la mente una advertencia de Estanislao Zuleta años atrás: “Hasta el sacrílego reconoce la religión al apuñalear una hostia, porque nadie profana una galleta de soda”.

Desorden, anarquismo, mezcla de versos y alboroto, adiós a las reglas, “agitación de conciencias”, amor y verso libres, el Nadaísmo se volvía el dolor de cabeza de las autoridades, la oveja negra de los movimientos literarios, la diversión de la clase media “que no tenía espectáculos” (como decía Amílcar U), y la perdición de Gonzalo Arango que por culpa de ocurrencias de sus discípulos terminó excomulgado y encarcelado más de una vez.

Como recuerda Jaime Jaramillo Escobar, conocido desde entonces con el seudónimo de “X-504” y considerado por la crítica como el poeta de mayor calidad del Nadaísmo: “A Gonzalo lo seguían multitudes, incluidas la caballería montada, la policía pública y secreta y el ejército. Como confundían poesía con policía lo detenían a menudo y los que lograban sacarlo de la cárcel eran Otto Morales y Alberto Aguirre, por admiración y amistad y en defensa de la libertad de pensamiento y expresión, cosa que hasta ahora nunca se ha logrado en Colombia”.

También el poeta y crítico Juan Gustavo Cobo recuerda que “luego de aparecidos los nadaístas, los de la llamada ‘generación sin nombre’, hicimos en 1969 un manifiesto para definirnos en contra de ellos. En mi proximo libro La Patria Boba y otros poemas explico cómo reinvindicamos a poetas como Aurelio Arturo y Mutis y el hecho de que lo nuestro era la literatura y no el escándalo ni la revolución para luego aburguesarse. Ese juvenil ataque contra el Nadaísmo fue respaldado por gente como Jorge Zalamea, Mejía Vallejo, Augusto Rendón y 70 firmas más”.

El Nadaísmo tuvo muchos seguidores, pero su núcleo inicial estuvo compuesto por 12 poetas, “13 con Gonzalo, su iluminado Profeta, difusor del evangelio malsano, que era quien pagaba el pato y las cuentas”, aclara Jotamario.

Los mismos 12 que decidieron tomarse la capital en los setenta, desde cafés, bares y prostíbulos hasta las cárceles donde iban a dar. Todo eso entre pachanga, versos y “marimba” hasta que decidieron trasladar sus tertulias a las funerarias ya que había servicio y tinto gratis 24 horas.

Hoy quedan vivos y activos en las letras: X-504, Jotamario, Eduardo Escobar, Elmo Valencia (llamado “el Monje loco”), Armando Romero, Jan Arb, Pablus Gallinazo, Jaime Espinel, Milcíades Arévalo, David Bonells, Verano Brisas y Arnulfo Arias.

“Los de Medellín éramos más metafísicos y filosóficos —dice Escobar—. Los de Cali aportaron humor y esa socarronería que tanto caracterizó al movimiento. Luego empezaron a contagiarse otras ciudades. Fuimos toda una generación. Incluso, hubo mujeres como Patricia Ariza, Fanny Buitrago y Dina Merlini de la que todos vivíamos enamorados. También muchos poetas reconocidos, como Gómez Jattin, Juan Manuel Rocca y Mario Ribero, pertenecieron al movimiento y luego se marginaron”.

“Los demás son papelitos”

Algunos califican el Nadaísmo como la campaña publicitaria mejor montada que ha existido en la literatura colombiana. “Eso ocurre cuando uno convierte los versos en eslogans —dice Cobo—, lo que degrada la poesía”.

Los nadaístas ponían a rodar frases como “La marihuana es el opio del pueblo, por su bajo precio naturalmente”, o “el que pretende acercarse a la verdad, se acerca a la estructura de la Nada, lo que hace que a veces grandes obras parezcan tomaduras de pelo y viceversa”; rebelión estética por la que nadie daba un peso, incluyendo la Academia de la Lengua que alcanzó a llamarlos “escritores de alcantarilla”, término que Gonzalo Arango retomó con mucho orgullo.

“En un comienzo nuestra poesía no tenía ritmo, adjetivación, coherencia. Estábamos creando un colapso —dice Jotamario—. Luego, abandonamos los abstraccionismos e inauguramos una poesía urbana. Así fuimos entrando en la modernidad. Hoy, 32 años después que Arango muriera en un accidente automovilístico y cuando el Nadaísmo está cumpliendo sus ‘bodas sin oro’ —como las denominan sus integrantes— ¿qué queda de esta generación ‘desencantada’ o ‘del desarraigo’ que defendía minorías, denunciaba atropellos, quería un ‘hombre nuevo’ y rompía esquemas con su estallido expresivo en búsqueda de otra belleza?”.

“Ese balance —dice X-504— podremos hacerlo con mucho gusto en el 2058. A los 12 autores que están en plena producción los acompañan una larga lista de herederos que queda de la renovación de la literatura en muchas obras y su influencia en las generaciones de medio siglo. Sigue significando lucha por libertad de pensamiento y de expresión, postulado fundamental irrenunciable”.

Para Jotamario, “al contrario de lo que esperábamos, el Nadaísmo parece que hubiera sido creado para tener su esplendor en el siglo XXI. En los ultimos años se han publicado y reeditado más libros que en sus primeras décadas. No pensamos que duraría 50 años y que aplastaríamos todos los ‘todoísmos’ con que pretendieron contrarrestarnos. Luego de todo este tiempo, en que no apareció ningún movimiento que nos desbancara, nos hemos tornado incómodos hasta para nosotros mismos. Veremos si lo damos de baja voluntariamente, para darnos el lujo de seguir comiendo del muerto”.

Según Francia Helena Goenaga, profesora de literatura de la Universidad de los Andes, “el Nadaísmo fue el único movimiento colombiano que apareció formalmente con un manifiesto sobre poesía. Aportó una actitud rebelde en cuanto a la literatura de ciudad, abordando lo urbano de manera directa y sin tanto decoro, superando ese ‘impedirse decir las cosas como son’ que caracterizaba a las generaciones anteriores. Aunque su época de oro ya pasó, podría decirse que continúa vigente en el grupo que sigue considerándose nadaísta”.

Para Eduardo Escobar, “el movimiento como tal terminó hace muchos años, pero me ha servido para hacer una vida libre”.

En cambio, para X-504, “lo más falso es darlo por terminado, cuando apenas está empezando. Por ser una filosofía, puede continuar en forma indefinida. Sorprende su interés en jóvenes de todo el país que a diario buscan contacto con sus fundadores”.

Para Cobo, “exceptuando la valiosa y perturbadora obra de X-504, el Nadaísmo escandalizó, pero literariamente no dejó nada. Fue algo pueril que tuvo su gracia y encanto pero que finalmente no tuvo trascendencia. Su poesía, como tantas otras en Colombia, ha naufragado en el piadoso y melancólico olvido”.

“Elogios o denuestos —afirma X-504— es lo mismo para nuestra indiferencia. El mundo se divide entre el sí y el no. El Nadaísmo pasa imperturbable por el medio”. O como diría Jotamario: “Nadaísmo y antinadaísmo son la misma cosa”.

Algo habrán tenido estas “perlas” de la antipoesía para figurar en enciclopedias prestigiosas del mundo, incluida la Británica y la del “señor Larousse” —como dicen ellos— con una expresión poética de renombre internacional que es referente de la literatura colombiana del siglo XX y su movimiento más conocido.

El mismo que contagió a otras artes llegando a tener músicos, pintores, dramaturgos y toda clase de personajes nadaístas, tanto en Colombia como en América Latina. También por algo X-504 ganó el premio Cassius Clay de Poesía y Jotamario fue tres veces Premio Nacional de Poesía y Premio Oveja Negra “y con poemas de esa época”; o Eduardo Escobar fue Premio Simón Bolívar a la mejor columna de opinión en el 2000. Por su ingenio y facilidad con la palabra, los nadaístas hoy son publicistas, periodistas y hasta empleados y pensionados del establecimiento que un día criticaron, sin abandonar la poesía claro, porque como dijo Darío Lemos en su nombre: “lo demás son papelitos”. Lo importante, según Eduardo Escobar, es recordar en este aniversario “que el inventico del tierno Gonzalo Arango fue reinventar la fraternidad en esta tierra de caníbales”.

“Bodas sin oro”

En lo que va del año, la Biblioteca Nacional, la Cinemateca Distrital y la Luis Ángel Arango, en Bogotá, como la Feria del Libro del Pacífico (Cali), la de la Universidad del Valle (Cali) y la Fiesta del Libro de Medellín, han realizado eventos sobre el Nadaísmo. Los habrá también en sus 50 años en la XIV Feria del Libro del Pacífico, del 10 al 20 de octubre en la Universidad del Valle y en la Fiesta del Libro en Medellín.

En septiembre habrá un ciclo de conferencias de los Nadaístas en la Biblioteca Nacional los días 2 (Elmo Valencia “El Nadaísmo y el calentamiento de la tierra” y Jotamario Arbeláez “Dónde están los que se fueron”; el 3 Eduardo Escobar “Nadaístas y Paranadaístas” y Álvaro Medina “El arte de los nadaístas” y el 4 Pablus Gallinazo, Concierto “Homenaje a Boca de Chicle”.

En noviembre, la Luis Ángel Arango (Bogotá) también presentará un ciclo de conferencias los días 25, Jaime Espinel: “Alguna noche de un sueño profundo”, Jotamario: “Mi experiencia con los libros, los licores y las mujeres”, Patricia Ariza: “Los Nadaístas”, Elmo Valencia: “El Nadaísmo y la generación beatnik” y 27 Eduardo Escobar: “Remembranza de Amílcar U”. La Universidad Javeriana publicará el número 25 de sus “Cuadernos de Literatura” en el segundo semestre de 2008, dedicado a “Nadaísmo y generación sin nombre, medio siglo de rebeldía”.

De la cosecha nadaísta (Varios traducidos)

Colectivos

  • “13 poetas nadaístas” (Antología poética-1963)
  • “El sermón atómico”(1964)
  • “Manifiestos Nadaístas”(1980)

Gonzalo Arango

  • “Primer Manifiesto Nadaísta” (1958)
  • “De la nada al Nadaísmo” (1963)
  • “Boom contra Pum Pum” (una revisión de Gabriel García Márquez)

Jaime Jaramillo Escobar (X-504)

  • “Los poemas de la ofensa” (Premio Cassius Clay de Poesía -1968)
  • “Cincuenta años de atraso en poesía”, (Ensayo-1960)

Eduardo Escobar

  • “Invención de la uva” (1966)
  • “Del embrión a la embriaguez” (1969)
  • “Cuac” (1970)
  • “Correspondencia violada” (1980)
  • “Nadaísmo crónico y demás epidemias” (1993)

Jotamario

(Tres veces Premio Nacional de Poesía)

  • “El profeta en su casa” (1965)
  • “Mi reino por este mundo” (Premio Oveja Negra, 1980)
  • “Nada es para siempre” (Autobiografía nadaísta)

Amílkar Osorio

  • “Vana Stanza” (1984). ¿ “El yacente de Mantegna” (1987)

Elmo Valencia & Jotamario

  • “El libro rojo de Rojas” (1970). MARIO RIVERO ¿ “Poemas urbanos” (1966)

Fanny Buitrago

  • “El hostigante verano de los dioses” (novela, 1963)

David Bonells

  • “La noche de madera” (1965)

Jaime Espinel

  • “Esta y mis otras muertes” (cuentos)

Armando Romero

  • “Los móviles del sueño” (1976)

Fuente:

Periódico El Tiempo, Bogotá, 30 de agosto de 2008.

^